miércoles, 14 de diciembre de 2011

Solo se trata de pequeños detalles.

Un tal 14 de Diciembre de no se qué año de no me acuerdo qué ciudad. Tarde oscura y fría. Calles solitarias, vacías, tristes... Todo apagado y sin vida.
De repente aparece alguien a lo lejos, entre la niebla. Se acerca, poco a poco. Es una mujer. Sí, una mujer joven, que a pesar del mal tiempo y el triste día aparenta estar repleta de felicidad. En su rostro puede diferenciarse una pequeña sonrisilla nerviosa detrás de la cual, se encuentran escondidos miles de secretos.
De ritmo ligero y paso decidido con cortas zancadas. Actitud aparentemente tranquila, mezclada con pequeños ataques nerviosos en los cuales se muerde las uñas de manera compulsiva.
A veces, ladea la cabeza o chasquea los dedos... Está escuchando música, probablemente su canción favorita. La tararea, parece emocionarse. Con un rápido movimiento de muñeca mira el reloj y acto seguido acelera el paso. Vaya a donde vaya, se le está haciendo tarde.
Y llega a un parque. Un pequeño parque apenas iluminado y sin espacio. Se para y detiene su ipod. Se quita los cascos. Se toca el pelo nerviosa, impaciente, esperando a alguien que se hace de rogar.
Cada vez mas y mas nerviosa, mirando hacia todos los lados, pero con la niebla, es completamente imposible distinguir nada.
Pasan los minutos, parece que se retrasa. Saca el móvil...¿Lo llama? ¿Espera? ¿No vendrá? ¿Se habrá echado hacia atrás? Miles de cuestiones se están formulando en su cabeza y sin darse cuenta, alguien la abraza por detrás.
Ella sonríe. Sabe que es él, está segura. Puede oler esa colonia que tanto le gusta, con la que sueña cada noche... Entonces se gira, y se encuentra cara a cara con él. Sus ojos, sus preciosos ojos azules. Y se pierde en ellos, imaginando toda una vida pudiendo ver esos ojos azules tan cerca de ella, tan suyos...
Él la observa, le acaricia el pelo. Ella se deja llevar y cerra los ojos, evadiéndose de todo lo que está a su alrededor, imaginándoselo a él, perfecto como siempre, y ella a su lado, feliz, como nunca lo había sido.
Siente que una mano fría acaricia su mejilla, y entonces abre los ojos y allí sigue él, ante ella, dispuesto a seguirla hasta el fin del mundo, de hacer cualquier cosa con tal de no perderla, de que no se aleje de él.
Comienza a caminar, tranquilo. Sabe que ella está ahí, a su lado, siempre lo ha estado. Dos enamorados, locos el uno por el otro, sin apenas saber lo que siente cada uno, lo que estarían dispuestos a dar por la otra persona...sin un destino definido, solo el resto de la vida juntos. Siguen caminando, cerca, sin mirarse tan siquiera, sin saber que decir. Un silencio que lo dice todo, un silencio enamorado del amor. Un silencio que siempre es el causante de todo lo demás. De los besos, de los abrazos... y todo eso llegará, ambos lo saben. E involuntariamente, los dos sonríen, a la vez.
Y entonces... entonces poco a poco se van perdiendo entre la niebla. Caminando, el uno al lado del otro. Y ya apenas se les ve. Solo dos diminutas figuras  a lo lejos. Dos figuras que se acercan, mas y mas, y llegan a juntarse en una sola.
 Dos enamorados, unidos, que tardarán en volverse a separar. Dos enamorados, que declaran su amor, lejos de miradas ajenas. Los árboles, únicos testigos de su amor y la niebla, su cómplice.


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